by Ale Samaniego
Desde siempre he defendido a ultranza la tecnología y las redes sociales pero, últimamente siento que me tienen esclavizada y muchas veces me generan ansiedad. Y no me refiero a comparar mi vida con las de otros, que de ese podemos hablar otro día. Me refiero a que vivimos sobre conectados y pendientes de nuestra bandeja de entrada, de la siguiente notificación, de contestar a todo y hacerlo rápido. Si es tu caso sigue leyendo y si no, por favor escríbeme y cuéntame cómo lo haces.
Cuando digo que soy una gran defensora de la tecnología y las redes me refiero a que gracias a ellas nos podemos sentir más cerca de nuestros seres queridos o de comunidades con intereses afines a los nuestros.
¿Os imagináis un confinamiento sin vídeo llamadas? ¿Una pandemia sin poder conectar con vuestra familia y amigos aunque sea a través de una pantalla? No podemos negar que gracias a los medios que la tecnología nos ofrece podemos mantener relaciones, amistades y un contacto estrecho con las personas que más queremos.
Una de las frases que más repito en mi trabajo es que las redes sociales son un reflejo de la realidad amplificado. Con todo lo bueno y todo lo no tan bueno. Y ahí reside su mayor peligro. Si fuésemos capaces de hacer un uso responsable y consciente de los medios de los que disponemos no nos engancharía, no nos esclavizan, no nos generaría tanta ansiedad.
¿Te has parado a pensar cuantas veces revisas la bandeja de entrada de tu correo electrónico a lo largo del día? ¿Tienes idea de cuantas veces abres WhatsApp por hora? ¿Llevas el control de cuánto tiempo dedicas a las redes sociales? Es totalmente alarmante y mucho más, si como en mi caso, tu trabajo depende de ello.
El hecho de que el móvil se haya convertido en una extensión de nuestra mano nos ha convertido esclavas porque se espera de nosotras que contestemos correos de trabajo, WhatsApp, mensajes... de manera instantánea, sea la hora que sea, sin importar si es entre semana o fin de semana.
Se espera que seamos casi robots automatizados y si tardamos en responder siempre hay alguien que se queja y nos lo recrimina y, si no, ya estamos nosotras mismas con el peso de la culpa y la ansiedad de no haberlo hecho. Hablo desde mi experiencia pero también fruto de observar a amigas y colegas. La situación me asusta.
Otro tema que me preocupa es el respeto y la empatía. Tengo la sensación de que mucha gente ha olvidado el respeto, la educación y la empatía. Al igual que en “la vida real” hay gente que no saluda, no pide permiso, ni da las gracias. En redes o por WhatsApp o correo electrónico, esto se amplifica por mil. Mucha gente no saluda nunca, ni te pregunta cómo estás, ni da las gracias. Muchos mensajes van al grano, a lo que les interesa, sin educación, sin empatía, a mí me escandaliza.
Y no sé si es que soy la única rara con alergia a las notas de voz pero me parecen el peor invento del siglo. La gente ya no te llama, tampoco te escribe, “te mandan audios”. Todos los audios comienzan igual: “perdona que te grabe un audio pero es que así voy más rápido”. Lo que la gente no se da cuenta es de que igual va más rápido el que envía pero, a ti te están haciendo ir más lento. Y no sé a ti, pero a mí, da la casualidad de que esos audios siempre me están pidiendo cosas o haciendo consultas laborales “for free”. Al final, me paso el día escuchando audios y es una pérdida de tiempo brutal (tiempo que además, no tengo). Eso sin contar con que en los audios nos enrollamos que da gusto en lugar de ir al grano. Y lo mejorcito de los audios es cuando la persona que te los envía esta estresada y te acaba pasando su estrés a ti.
Si has llegado hasta aquí asintiendo cada frase, no estás sola. Y aunque nos cueste, creo que hay solución. Solo tenemos que entrenarnos para cambiar nuestras rutinas y aprender a desconectar y a destinar un tiempo concreto a gestionar la mensajería electrónica. Que vuelva a ser un medio y un recurso a nuestro servicio y no que nosotras seamos esclavas de ella (ni de nadie).
Desconectar para conectar. Educarnos en cuanto a un uso responsable de las tecnologías y poner límites a las personas con las que nos relacionamos, ya sea laboral o personalmente, porque no todo vale y menos cuando nuestra salud está en juego.
Hace un par de años leí una serie de consejos en el libro “Pequeño curso de magia cotidiana” de Anna Sólyom (Libros Cúpula) y me encantaron. Hoy quiero compartirlos contigo y también contarte mi experiencia y cómo poco a poco estoy aprendiendo a gestionar la mensajería electrónica para no volverme loca.
1. Tomar consciencia de cómo estamos gestionando los correos electrónicos y las redes sociales.
Solo siendo conscientes de lo que estamos haciendo seremos capaces de introducir nuevos hábitos y organizarnos de una vez por todas.
Anna Sólyom aconseja en su libro apuntar durante una semana: cuándo abrimos los correos, cuánto tiempo empleamos en hacerlo y si le dedicamos atención plena a esa tarea. Lo mismo con las redes sociales, ¿cuánto tiempo las estás usando a diario? ¿Tienes las notificaciones activadas? Para ello te será muy útil ver la opción de “Tu actividad” en Instagram. Y si tienes iPhone, el apartado “Tiempo de uso” en los ajustes supongo que todos los móviles llevan algo similar.
Solo tomando consciencia del tiempo que destinamos a diario a estas tareas seremos capaces de tomar cartas en el asunto y trazar un plan para gestionarlas de manera más eficiente.
2. Ideas para gestionar el correo electrónico de manera eficaz:
Anna Sólyom expone en su libro “Pequeño curso de magia cotidiana” varias estrategias para hacerlo, te contaré las que yo utilizo y las que quiero incorporar.
2.1 Priorizar, separar y descartar los correos electrónicos
Ten claras tus prioridades a la hora de contestar correos y comienza por aquellos que requieran una respuesta inmediata. Separa aquellos que puedas responder en otro momento. Y elimina de tu bandeja todos aquellos correos que te distraen, promociones, newsletters, etc.
2.2 Clasificar tus cuentas de correo electrónico
Crea tres cuentas de correo diferentes para tener todos los correos clasificados:
- Una cuenta laboral: exclusivamente para los correos de trabajo. Aquellos que merecen tu atención y que debes priorizar.
- Una cuenta personal: para comunicarte con amigos y familia. Asuntos como médicos, colegios, hobbies y viajes.
- Una cuenta para el “spam”: un correo electrónico al que dirigir suscripciones, newsletters, compras, etc. Lo ideal es darte de baja de cualquier suscripción que no te aporte.
Este consejo no lo he puesto en marcha al 100% porque, al final, siempre me resulta más operativo trabajar desde una sola cuenta, pero quiero darle una segunda oportunidad ya que me parece una estrategia genial para ahorrar tiempo, priorizar e ir al grano.
2.3 Controla y limita el tiempo que le dedicas al correo electrónico
Esta es una de mis preferidas y que, si consiguiera mantener siempre el habito, sería una gozada.
Revisar el buzón de correo electrónico a horas prefijadas.
Si como yo, consultas el correo cada 5 minutos, en el ordenador, en el móvil ¡y hasta en el reloj! Determinar horarios para consultar tu correo te salvará. Dependiendo de las exigencias de tu trabajo puedes marcarte 2 o 3 horas determinadas al día para hacerlo y añadir una respuesta automática en tu buzón indicando que para temas urgentes te contacten por teléfono.
Decidir con antelación el tiempo que vas a dedicar al correo electrónico.
Porque a pesar de determinar las horas para revisarlo, si el volumen es grande puedes perder allí horas, ¡prioriza! Anna Sólyom aconseja la técnica del “toque único”. Consiste en decidir qué es importante o no al abrir un correo. Los correos que no sean relevantes pueden ser borrados o archivados. Y los que merecen tu atención, respondidos por orden de prioridad y destinando un máximo de entre 2 y 5 minutos. Si crees que va a llevar más tiempo quizá sea mejor hablarlo en una llamada o vídeo llamada. Por experiencia propia, ¡funciona!
3. Ideas para gestionar las redes sociales y que no se coman todo tu tiempo
Salvo que, como en mi caso, tu trabajo implique la gestión de comunidades en redes sociales, lo tienes muy fácil:
Establece un tiempo máximo de acceso diario a redes.
Esto puedes configurarlo directamente desde los ajustes de tu móvil o incluso desde los ajustes de la APP. Valora cuántas horas de tu día quieres dedicar a redes y auto limita tu consumo de las mismas. No te lo plantees solo a nivel diario, calcula cuanto tiempo por mes y por año estas dedicando a las redes y valora si estás dedicando el mismo tiempo a otras actividades que nutren tu cuerpo y tu mente como la lectura o el deporte.
Conéctate a tus redes en horas prefijadas
Tanto si utilizas las redes a nivel usuario como si te dedicas a ello, al igual que proponíamos con el correo electrónico, es buena idea determinar a qué horas conectarte a las redes. Por ejemplo, puedes dedicarle 15 minutos por la mañana, otros tantos después de comer y conectarte nuevamente por la noche. Pero ¡ojo!, evita que entrar en tus redes sea lo primero que hagas al levantarte o lo último que hagas antes de acostarte.
El problema llega cuando estamos tan enganchados que no somos capaces de pasar una hora sin revisar nuestras redes, cuando se convierte en un acto instintivo del que carecemos de control. Si a ti también te pasa, presta atención y ponte manos a la obra. Nos estamos perdiendo muchos momentos cotidianos absortos en las pantallas. Y hablo por experiencia propia.
Establece períodos de desconexión de las redes
Es uno de los consejos más sabios de Anna Sólyom en su libro “Pequeño curso de magia cotidiana”. Un pequeño “detox” digital una vez a la semana y/o los fines de semana pueden devolvernos el foco y ayudarnos a tomar plena consciencia de otros aspectos de nuestra vida.
Tanto si tienes hijos, como si no, establece momentos “libres de móvil” como por ejemplo: el desayuno y las comidas. Ya que deberían ser momentos para compartir, comunicarnos y estrechar lazos cara a cara. Me da mucha pena cuando en una reunión familiar o de amigos alguien (o yo misma) se sumerge en su pantalla y se pierde momentos que no tienen precio.
4. Ideas para gestionar Whatsapp y otras aplicaciones de mensajería electrónica
A veces siento que el WhatsApp se nos está yendo de las manos: grupos para todo, notificaciones cada segundo, cientos de notas de audio, mensajes spam, y eso por no hablar de los “estados de Whatsapp” que son como las historias de Instagram.
Todos los consejos que hemos enumerado para el correo electrónico y las redes sociales aplican para Whatsapp, de modo que no quiero repetirme y solo añadiré dos cosas más.
Separa tu WhatsApp personal de tu WhatsApp laboral
Ahora ya es posible tener cuentas de WhatsApp separadas y lo encuentro súper interesante porque esta bendita aplicación nos ha convertido en auténticos esclavos del trabajo más que nunca en la historia.
Determina las horas en las que vas a contestar los mensajes de WhatsApp
Es muy interesante tener un WhatsApp Business dedicado en exclusiva a asuntos laborales pero si sigues prefiriendo tener todo en una sola cuenta, determina tus horarios para contestar los WhatsApp y hazlo saber a tus contactos ya sea por un mensaje automatizado o en tu misma foto de WhatsApp. Tú y tu mente os merecéis un descanso. Evitarás entrar cada dos por tres en la App y perder el foco en lo que estés haciendo.
Restricciones para las notas de voz, los famosos “audios”
Los que me conocen saben que no hay nada que me saque más de quicio que los audios. Por supuesto que también me gusta escuchar los de mis amigas (por más largos que sean) pero considero que es una falta de respeto tratar ciertos temas de trabajo, pedir favores, etc. a través de audios. Personalmente, hay días en que recibo 15-20 notas de audio de personas diferentes, es agotador y me consumo un tiempo que no tengo.
Hace un tiempo tome una decisión: a todas las personas que me envían notas de voz les digo que no puedo escucharlas y que por favor me digan lo que necesiten por escrito. Me costó mucho tomar esta decisión porque pensé que la gente no lo entendería o se enfadaría pero, de momento, me está resultando excelente y bajando mis niveles de ansiedad considerablemente. Descubrí que audios de entre 5 y 8 minutos podían ser resumidos en 2 o 3 frases, ¡a veces menos! Estoy muy contenta de haber decidido esto, de modo que si te pasa como a mí, te lo recomiendo.
Selecciona deliberadamente los grupos de WhatsApp en los que quieras y necesitas estar
En este apartado contamos con muchos recursos (silenciar grupo, desactivar las notificaciones, etc.) pero podríamos ahorrárnoslos si de partida fuésemos capaces de decidir qué grupos nos aportan algo realmente.
Aquí te cuento dos ejemplos recientes:
“El grupo de papis del cole”. Si tienes hijos tarde o temprano llega el momento de ingresar en este selecto grupo. A mí, me coincidió con el momento en el que nació mi segundo hijo de modo que le pedí a mi marido que se metiera él. Por supuesto que me importa mi hijo mayor y que quiero saber de qué están hablando los otros padres pero, si ya está uno de nosotros allí ¿para qué estar los dos? Recuerdo la cara de la delegada de clase cuando me ofreció meterme hace poco en el grupo y le dije que no. A veces, hay que saber decir que no aunque cueste.
“El grupo de trabajo”. Una antigua socia de trabajo organizó un grupo de WhatsApp con otras compañeras y me añadió. No paraban de hablar y enviar cosas y aunque lo había silenciado y hasta archivado seguía estando ahí cada día llenando mi móvil de cosas que no me interesaban. Me plantee incluso bloquearla pero pensé: “seamos civilizadas, habla con ella”. Yo temía ofenderla o lastimar sus sentimientos pero, nada más lejos. Me pidió perdón, me borró del grupo y tan amigas.
Seguro que hay cientos de ejemplos más pero en resumen:
Aprende a poner tus límites y a decir que no sin miedo a lo que tus contactos puedan pensar o decir porque a veces esos miedos son infundados.
Y hasta aquí el post de hoy querida “Sister”. Espero que te haya aportado un rayito de luz, ideas para gestionar tus mensajes, bajar tus niveles de ansiedad y recuperar el control de tu tiempo y tu vida.
¡Hasta pronto!
Ale Samaniego
@ale_samaniego