Debo confesar que quizás no ha sido mi lectura favorita del verano y que, a mi entender, debe ser tomado como una propuesta (técnica) de mejora de vida más que una propuesta literaria al uso.
La palabra estrés nos es, por desgracia, demasiado conocida. Todos sufrimos estrés en diferentes niveles y tenemos distintas reacciones - tanto para bien o para mal - a situaciones en circunstancias similares. Es decir, somos responsables en buena parte de nuestro sufrimiento, pero también está en nuestra mano liberarnos de él. Somos generadores naturales del cortisol - la hormona del estrés - pero también de la dopamina - la de las alegrías.
Si hago una retrospección a mi edad temprana, siempre fui una niña insegura, entre nosotras, confieso que muy miedosa. Siempre fui perfeccionista y auto-exigente en determinadas cosas, preocupada por “el qué dirán” con el miedo permanente a no dar mi opinión, por si no era válida. Supongo que ese perfeccionismo me impulsaba a estar alerta constantemente.
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